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Herejía de Dorn Hijos del Emperador

Hermano de Batalla de la 16ª Gran Compañía de los Hijos del Emperador.

Antes de la Herejía, Fulgrim proclamó que su Legión había alcanzado un estado de perfección, y por sus esfuerzos fueron condenados a la destrucción en Istvaan por los Poderes Ruinosos. Mediante sus habilidades sin igual, sobrevivieron, y desde aquel momento han luchado sin descanso contra la entropía y el declive que han afectado incluso a las Legiones Astartes. Con sus meticulosamente mantenidos modelos de antiguas armas y armaduras, son el epítome de una fuerza de ataque pequeña, pero de élite.

Orígenes[]

Tan preocupados estaban los Poderes Ruinosos por el plan del Emperador de crear a los Primarcas, que robaron a los infantes y los dispersaron por toda la Galaxia. Ni siquiera esto, sin embargo, podía apartar a Fulgrim de su destino. El planeta Chemos, como muchos otros antes de la reunificación del Emperador, había sido colonizado durante la primera expansión de la Humanidad por el cosmos, pero al haber perdido sus habitantes el don de la navegación espacial, había quedado aislado durante milenios. Para cuando Fulgrim aterrizó allí, sus pobladores habían decaído peligrosamente hasta casi extinguirse, aferrándose a la supervivencia mediante el saqueo de asentamientos abandonados y el reciclado constante de sus cada vez más escasas reservas de comida y agua.

Fue cinco décadas más tarde cuando el Emperador pisó finalmente Chemos, y es un testamento de las excepcionales habilidades de Fulgrim el que en ese tiempo hubiese ascendido desde ser un simple niño encontrado hasta convertirse en el gobernante de todo el planeta. Aún más, lo había transformado de sociedad moribunda a mundo resurgente, reclamando los asentamientos perdidos y redescubriendo conocimientos perdidos. Ya no vivían pensando sólo en vivir un día más: Fulgrim les había dado esperanza en el futuro.

Al encontrarse con su padre y escuchar su historia, Fulgrim quedó impactado al ver los paralelismos entre sus vidas. Ambos habían subido al poder mediante puro mérito, y la Gran Cruzada del Emperador para reunificar a todos los mundos humanos perdidos en un Imperio galáctico se correspondía con sus propios logros en Chemos. Esto no hizo sino confirmar a Fulgrim la verdad de las palabras de su padre. De vuelta en la Sagrada Terra, Fulgrim fue presentado a su Legión. Debido a una catástrofe con su semilla genética, sólo estaba formada por 200 Astartes, pero el regreso de su Primarca cambiaría esto. Delante de los agolpados dignatarios terranos e incluso del mismo Emperador, Fulgrim se dirigió a sus guerreros, diciendo:

"Somos Sus hijos. Que todos los que nos miren sepan esto. Sólo mediante la imperfección podemos fallarle. Somos los Hijos del Emperador, y no le fallaremos."

Los espectadores se quedaron impactados por la presunción de apropiarse del nombre del Emperador para la Legión, pero el Señor de la Humanidad simplemente se rió, y no sólo concedió eso a Su hijo. La recién rebautizada Legión de los Hijos del Emperador obtuvo el grandísimo honor de ser la única en portar el Aquila del Emperador en sus pectorales blindados, una distinción que aún se mantiene hoy día. Desafortunadamente, eran tan pocos en número que tuvieron que ir acompañando a otra fuerza. Fulgrim eligió a la del Emperador y Sus Pretorianos, los Puños Imperiales.

El primer encuentro entre los hermanos, Dorn y Fulgrim, fue cordial, pero eso no duraría. El origen de las hostilidades estuvo en un choque de personalidades, y en la opinión de Fulgrim, quizás demostrada por lo que ocurrió después, de que debería ser él, y no Dorn, el Pretoriano del Emperador. Fulgrim fue ciertamente directo a la hora de criticar la actuación de los Puños Imperiales, y fue el primero en presumir de los logros de sus guerreros ante el Emperador. Fulgrim se veía a sí mismo claramente como el hijo favorito, y cuando por fin los Hijos del Emperador alcanzaron la plenitud de sus fuerzas, se celebró una gran ceremonia en el recién sometido mundo de Pelthan. En la Legión se esperaba que en este momento de madurez se les haría entrega del título de los nuevos Pretorianos del Emperador que justamente les correspondía. Cuando en lugar de eso, simplemente se les concedió su propia Flota Expedicionaria en la Gran Cruzada, una palpable sensación de sorpresa y rabia ante la injusticia se extendió por la sala. Como el hijo obediente que era, Fulgrim se puso en pie, acalló a sus tropas, y agradeció contrito a su padre el honor que se le hacía.

El viaje desde Pelthan fue uno muy solitario para los Hijos del Emperador. Se tenía la impresión de que su destino, y sin duda el universo entero, se habían dado la vuelta por completo. Lo peor llegó cuando la desmoralizada Legión sufrió una serie de devastadoras y agotadoras campañas de sumisión, la última de las cuales dejó a Fulgrim gravísimamente herido. El Lord Comandante Eidolon suspendió de inmediato la expedición, y la flota regresó a Chemos, convencida de que iba a dar el descanso eterno al Primarca sobre su suelo natal. Sin embargo, en vez de sucumbir, Fulgrim despertó revigorizado, y exigió dirigirse a su Legión. Explicó con elocuencia y pasión que habían estado cegados por la duda y el miedo, pero que al borde de la muerte le había sido concedida una epifanía. Su destino era buscar la perfección en las artes de la guerra, y una vez la alcanzasen, aferrarse a ella sin retroceder jamás.

Igual que hizo la primera vez que llegó al planeta, la segunda venida de Fulgrim a Chemos llevó esperanza a la población. Así armados, los Hijos del Emperador, con Fulgrim a la cabeza, regresaron a la Gran Cruzada con propósito renovado, sabiendo que no volverían a fallar. Tras innumerables campañas de éxito impactante que añadieron incontables mundos al creciente Imperio de la Humanidad, Fulgrim cambió el rumbo de la flota y se dirigió hacia un mundo xenos habitado por una raza poderosa y hostil conocida como los Laer.

"Esta guerra es la encrucijada en la que seremos probados, hermanos míos. En su ignorancia, los horribles Laer nos ofrecen la oportunidad de lograr la perfección. ¡La apoteosis está al alcance de nuestras manos!"Fulgrim, en la víspera de la Purga de Laeran.

Tal era la amenaza que representaban los Laer, que los estrategas imperiales habían calculado que cualquier ejército que intentase atacarlos acabaría vadeando ríos de sangre durante décadas. Como los Laer no parecían tener interés en romper su aislacionismo, habían sido dejados en paz hasta el momento. Fulgrim, sin embargo, los veía como la mayor prueba para su Legión. Los exterminaría, y además completaría esta misión en un mes solar estándar. Los Hijos del Emperador descubrieron que en vez de ser una única raza, los Laer habían adaptado y especializado tanto sus cuerpos que era prácticamente imposible reconocerlos como miembros de la misma especie. Los únicos rasgos que mantenían en común eran la maestría en sus respectivos estilos de combate y la desesperada tenacidad de los que se enfrentan a la extinción total.

La guerra costó un tremendo esfuerzo a ambos bandos, al ser desatadas armas de un poder increíble. Las habilidades de los Apotecarios de la Legión, largo tiempo guardianes de la pureza genética, brillaron al llevar a cabo milagros para mantener a sus hermanos vivos y aptos para el combate. Desde condiciones de gravedad cero en plataformas de defensa orbital a encarnizadas luchas entre gélidas nubes, pasando por letales carnicerías a corto alcance en profundos hábitats sumergibles, los Hijos del Emperador barrieron a los Laer de la existencia. El último de todos los Laer fue destruido en uno de sus blasfemos templos, tres días antes de que el mes previsto concluyera. A pesar de ser tentado con relatos sobre su sobrecogedora belleza, Fulgrim se negó a visitar el lugar, diciendo que no tenía deseos de dignificar así a los xenos o a sus supersticiones. Por el contrario, hizo reducir a polvo el santuario desde la órbita, junto con todo resto de la cultura Laer.

De vuelta a la órbita del planeta muerto, Fulgrim se dirigió a toda su Legión. Dijo que la campaña había demostrado sin lugar a dudas que habían alcanzado la perfección del Emperador. Arrastrados por el cambio y la adaptación constantes, los Laer habían retorcido sus mentes y sus cuerpos hasta dejarlos irreconocibles, y a pesar de todo los Hijos del Emperador los habían derrotado mediante sus habilidades sin parangón y su devoción a la pureza. De un modo similar, la Legión debía permanecer alerta para no diluir su estado de perfección obtenido del Emperador bajo el disfraz del "progreso", pues corromper el ideal de esta forma sería un acto imperdonable de sacrilegio.

Desde ese día, los Hijos del Emperador se convirtieron en un bastión de constancia en una Galaxia siempre cambiante.

Fabius Bilis[]

A pesar de la declaración de Fulgrim de que los Hijos del Emperador habían alcanzado la perfección durante la campaña de Laer, una pequeña facción dentro de la Legión desafió la afirmación de su Primarca. Los más importantes entre esos conspiradores eran un grupo dentro del Apothecarion que continuó en secreto sus experimentos con el pretexto de tratar las heridas de sus hermanos. Estas perversiones incluían la reconexión de los centros del placer del cerebro e incluso la utilización de material biológico xenos procedente de los destruidos Laer en sus blasfemos trabajos. Esta imperdonable ruptura de la disciplina fue destruida rápidamente durante el viaje a Istvaan. El líder, un talentoso pero equivocado Apotecario llamado Fabius Bilis, tomó la salida del cobarde en lugar de tener que responder ante Fulgrim por sus crímenes. Para cuando consiguieron penetrar en el Apothecarion, el cuerpo de Bilis había sido podrido hasta convertirse en un fluido orgánico dentro de su armadura por poderosas enzimas. Si hubiese vivido, el castigo aplicado hubiese sido sin duda mucho peor.

La Herejía de Dorn[]

- ¿Y qué hay de Fulgrim? – retumbó la primera voz.

- Él y su Legión están maduros con orgullo, arrogancia y celos – dijo la segunda voz-. Ahora mismo se dirigen directamente a los brazos de mis hijos, los Laer. Para cuando lleguen a Istvaan, suplicarán voluntariamente…

- ¡No! ¡Lo prohíbo! – rugió el Primarca a través del dolor.

- ¿Prohíbes? – susurró la segunda, tan sedosa y peligrosa como un filo envainado. Las cuatro voces se detuvieron. ¿Podía su control haberse debilitado?

- No merecen ser elevados de esa forma – dijo el Primarca con más calma –. No merecen esa recompensa.

La venenosa animosidad entre los dos era una herida lívida en su psique. Las cuatro voces vieron claro que su estallido se debía más al odio que a la piedad.

- Muy bien, mi señor – dijo la tercera con su matraqueo flemoso que hacía las veces de voz-. En cualquier caso, sé que mi hermano tiene el ojo puesto en otro bocado, los Cicatrices Blancas.

- Así sea, te concedemos este don – dijo la cuarta voz -, pero debes asegurarte de que tienes tropas suficientes para aplastarlos completamente.

- Será un placer para mí – dijo Rogal Dorn mientras desactivaba el Guantelete del Dolor, salía de su interior, y caminaba rígidamente fuera de la sala vacía.

Inmediatamente después de que los Hijos del Emperador alcanzasen su apoteosis, recibieron un urgente comunicado astropático sobre los Ultramarines. La Legión de Guilliman había sometido a buena parte del lejano Este Galáctico para el Imperio, pero ahora había reclamado para sí esa área por derecho de conquista. En vez de mostrar incredulidad y desmayo ante la posibilidad de que uno de sus hermanos Primarcas pudiese dar la espalda al Emperador, Fulgrim se tomó la noticia con tranquila satisfacción. Esta reforzaba su sentimiento de superioridad, y le daba la oportunidad de poner a su Legión a prueba contra la cosa más parecida a un reto que aún quedaba: otros Astartes. La única cosa que amargó el momento fue la noticia de que las fuerzas enviadas para meter en vereda a los Ultramarines serían dirigidas por su adversario, Rogal Dorn.

Los Hijos del Emperador pusieron rumbo hacia el Sistema Istvaan. Era el lugar de la última adquisición de Guilliman para su "Segmentum Ultramar", y tanto el Primarca rebelde como gran parte de su enorme Legión estaban presentes en el quinto planeta. Siete Legiones fueron llamadas a Istvaan, con los Puños Imperiales, los Manos de Hierro, los Salamandras y los Ángeles Oscuros descendiendo primero al planeta para rodear, devastar y desmoralizar a los defensores. A los Hijos del Emperador, los Devoradores de Mundos y la Guardia del Cuervo se les confió la tarea de caer sobre lo que quedase en pie para administrar el golpe de gracia. A la orden de Dorn, las tres Legiones descendieron desde la órbita, sólo para encontrarse atrapadas en una emboscada. Lejos de estar desmoralizados, hallaron a los Ultramarines bien atrincherados, pesadamente armados y altamente organizados. Las naves de desembarco eran destrozadas por fuego antiaéreo concentrado, y las Cápsulas de Desembarco incineradas antes siquiera de que sus puertas fuesen abiertas. Bajo el liderazgo sin igual de los Hijos del Emperador, los maltratados restos de las tres Legiones rompieron el cerco para reencontrarse con sus Legiones hermanas, sólo para descubrir la verdadera profundidad de la traición cometida cuando sus antiguos aliados también abrieron fuego contra ellos.

Los canales de comunicación estaban llenos de ruegos a sus hermanos para que cesasen de disparar, y fue Fulgrim el primero en darse cuenta de la terrible verdad. Esto no era un accidente: Dorn los había traicionado. Los Hijos del Emperador descargaron su frustración sobre los traidores que había ante ellos, y Fulgrim dirigió a lo que quedaba de su guardia personal contra el Primarca de los Manos de Hierro. Fulgrim había considerado a Ferrus Manus un amigo único más que un rival, y por tanto la traición fue aún más profunda. Los registros de la Legión cuentan que Fulgrim logró herir mortalmente a Manus, e incluso cortar una de sus míticas manos de metal. Tristemente, este relato ha sido declarado apócrifo, pues Manus fue visto más tarde en Marte, y dirigió personalmente su Legión en el Sector Gótico en una fecha tan reciente como los inicios del M41.

Mediante valor, habilidad y determinación, una diminuta fracción de las tres Legiones escapó de vuelta a la órbita para extender la noticia de la Gran Traición de Dorn por todo el Imperio. A pesar de su comportamiento brutal, los Devoradores de Mundos habían impresionado a Fulgrim en el campo de batalla, y se forjaron lazos de genuina amistad que persisten hoy día. Corax y su Guardia del Cuervo se marcharon, como era su costumbre, en silencio y con rapidez a su mundo natal. Aunque les dolió hacerlo, Fulgrim y los Devoradores aceptaron que sus números eran tan escasos que su única opción era regresar a sus mundos natales y reconstruir sus Legiones para el inevitable contraataque.

Los Hijos del Emperador se habían alzado de sus cenizas antes, y volverían a hacerlo.

Tras la Herejía[]

A pesar de su traición y casi total extinción en Istvaan, la afirmación de Fulgrim de que su Legión había alcanzado la cima de la perfección permaneció inamovible. Más aún, estos sucesos reforzaron su postura. No podían haber sido corrompidos ni derrotados en una lucha justa, así que en vez de eso Dorn había intentado, fracasando, aniquilarlos bajo fuerzas aplastantemente superiores en número. La Herejía de Dorn llegó a un final sangriento antes de que pudieran recuperarse adecuadamente de sus pérdidas. La más grave de todas las bajas fue el propio Emperador, del que quedó poco más que un fantasma en la maquinaria del Astronomicón.

Aunque Fulgrim nunca habló abiertamente sobre ello, se dolió claramente por la suerte de su padre, y quizás incluso lamentó su decisión de reconstruir la Legión en vez de intentar abrirse camino de vuelta a Terra. Dorn, el Architraidor, estaba muerto, pero otros Legionarios Traidores aún respiraban. La urgencia por rastrearlos y obtener una sangrienta retribución era poderosa, pero Fulgrim no comprometió ni una sola vez sus principios por aumentar sus números. Sólo los mejores reclutas eran introducidos en los Hijos del Emperador, lo que significaba que, aunque sus altos estándares eran mantenidos, la Legión seguía siendo extremadamente pequeña.

Por esta razón se dignaron a luchar junto a otras Legiones Traidoras, primero con los Devoradores de Mundos, salvando al planeta de Skalathrax de los Salamandras, y al final ocuparon su lugar en las Cruzadas en masa de Abaddon. Devolver finalmente los golpes sufridos fue catártico, pero Fulgrim se horrorizó al ver los recortes que otras Legiones habían llevado a cabo para suplir sus pérdidas, en especial los nuevos e inferiores modelos de armamento que se estaban produciendo a toda prisa. Aunque enlentecía significativamente el ritmo al que los Hijos del Emperador podían restablecer sus fuerzas, Fulgrim estaba seguro de que había hecho la elección correcta. No comprometerían sus principios ni su pureza.

Desde los oscuros días de la Herejía, los Hijos del Emperador se han dedicado a la protección del Imperio. Sin embargo, aunque luchan contra las incursiones xenos y devuelven los regímenes heréticos a la obediencia imperial, casi nunca ven a esos oponentes como un reto digno de ellos. Su verdadera pasión se enciende ante la oportunidad de probarse a sí mismos contra las Legiones Traidoras, y en especial aquellas que les traicionaron en Istvaan. Fue Fulgrim quien propuso una Cruzada contra el propio Roboute Guilliman, diciendo que era su deber terminar finalmente con la existencia del hombre que había desatado la Herejía. Fue Fulgrim quien dirigió a las nueve Legiones Leales al interior profundo del territorio hostil del Segmentum Ultramar, y fue Fulgrim quien se enfrentó, y superó, a Guilliman en el planeta empapado de sangre de Prandium.

Semejante hazaña habría convertido a Fulgrim en la única persona, aparte del Emperador, que había matado a uno de los Primarcas Traidores, y aun así renunció voluntariamente a este singular honor a favor de un castigo mucho más adecuado. Utilizando su tecnología superior anterior a la Herejía, los Hijos del Emperador colocaron al moribundo Guilliman en el interior de un campo de estasis temporal y lo devolvieron a la Sagrada Terra para que su tormento eterno pudiera ser contemplado por el Emperador. El cuerpo se encuentra en el interior de las cámaras más profundas del Sepulcro de las Cataratas del Purgatorio, y aunque debería ser imposible, se dice que la agonía de su largo último segundo ha sido sentida por generaciones de telépatas a lo largo de los milenios.

Del destino del propio Fulgrim, nada se sabe seguro. Desapareció sin decir nada del sanctasanctórum de su nave insignia, la Orgullo de Chemos. Mucho se ha investigado en relación a las pruebas físicas de la cámara, como los paneles cubiertos de adamantium de las paredes. Algunos especulan que su desaparición se debió a algún tipo desconocido de armamento; otros, que Fulgrim ascendió a otro nivel espiritual, y que esto fue una manifestación física de su trascendencia. Pocos dentro de la Legión, no obstante, creen de verdad que su Primarca esté muerto. Sus opiniones sólo difieren sobre cómo y cuándo volverá.

Mundo natal[]

Antes de la llegada de Lord Fulgrim, Chemos estaba aislado del resto de la Galaxia, y sus habitantes se aferraban desesperadamente a la existencia en su contaminado planeta. Fulgrim dio la vuelta a este declive, reclamando asentamientos abandonados y dando a la población esperanza hacia el futuro. Con la llegada del Emperador y de un influjo de tecnología imperial, este desarrollo dio un brutal salto hacia delante. Chemos se convirtió en la sede de la Fortaleza-Monasterio de la Legión, y nuevas y extensas minas y factorías fueron construidas para armar a los Hijos del Emperador para sus guerras en la Gran Cruzada.

Este incrementado nivel de producción oscureció los cielos con polución, una imagen similar a la de los desesperados días anteriores a la venida del Primarca. Esto, junto con el deseo de perfección y la llamada del alma del artista empujaron a Fulgrim a decretar que convertiría el planeta en un lugar de belleza, un mundo adecuado para los Hijos del Emperador. Usando influencias que sólo podía poseer un Primarca, Fulgrim ordenó que el planeta fuese terraformado. La polución fue arrancada del aire y el agua, y Chemos fue convertido en un planeta salvaje y verde de cielos azules, lagos brillantes y bosques profundos. Para no estropear de nuevo este idílico paisaje, Fulgrim ordenó también que las factorías, las minas y los principales centros de población fuesen recolocados bajo la superficie en vastas cavernas selladas herméticamente.

Semejante tarea tardó muchos siglos en completarse, al ser interrumpida por la Herejía, la casi total destrucción de los Hijos del Emperador en Istvaan, y los oscuros tiempos que siguieron. Finalmente, Fulgrim fue recompensado por sus esfuerzos con un planeta capaz de rivalizar en belleza con el más hermoso de los Mundos Paraíso. Sólo los propios Hijos del Emperador y los civiles encargados del mantenimiento del medio ambiente y de la producción de alimentos frescos para la Legión tienen permiso para acceder a la superficie. El resto de la población trabaja sin cesar en las Ciudades Colmena enterradas, produciendo los modelos pre-Herejía de equipo y armas demandados por los Hijos del Emperador. La habilidad de estos artesanos para mantener vivo el conocimiento de modelos y marcas utilizados durante la Gran Cruzada no tiene igual ni siquiera entre los Adeptos de Marte, o al menos de eso presumen.

Tristemente, a pesar de sus mejores esfuerzos, la belleza de Chemos se ha desgastado a lo largo de los milenios. En ausencia de Lord Fulgrim, la entropía ha cobrado un alto precio sobre el poco comprendido equipo de terraformación, y los catastróficos derrumbes han dejado su arca en el antaño prístino planeta. Además de las muertes que causan, estos desastres han provocado pérdidas irrecuperables de antigua tecnología. Por ejemplo, la subcolmena Persuai era responsable de producir los vitales sistemas generadores de energía utilizados en las servoarmaduras Mk. III Ferrum. El terrible derrumbamiento que la destruyó a finales del M39 ha dado lugar a que esas servoarmaduras incorporen elementos no genuinos de otras marcas para sustituir a los antiguos. Hoy día, los equipos de búsqueda aún excavan las ruinas de Persuai, con la eterna esperanza de que el conocimiento perdido pueda ser recuperado algún día.

La Maldición de Chemos[]

Desde la órbita, Chemos fue comparada con la cara de "una cortesana envejecida, bien pasada la flor de la vida pero aún aplicándose maquillaje y carmín para cubrir su cara agujereada y arrugada." El Almirante Markovich recibió órdenes de patrullar las Estrellas Necrófago poco después de murmurar este comentario poco favorecedor, un viaje del que su Gran Crucero y su cuerpo de escolta nunca regresaron. Esto ha dado lugar a una superstición en la Flota Imperial, que afirma que hablar mal de Chemos da una letal mala suerte, con lo que cualquiera que lo haga es azotado contundentemente, sea el grumete más inferior de la nave o el oficial al mando.

Doctrina de combate[]

Se espera de los Marines de los Hijos del Emperador no que demuestren habilidad, sino excelencia, en todos y cada uno de los aspectos de la batalla. Esto significa que se esperaría de un Hermano de Batalla que condujese un vehículo con la misma habilidad con la que dispararía un Bólter Pesado o lucharía en combate cuerpo a cuerpo. Aunque esto se persigue mediante entrenamiento interminable, como en las demás Legiones Leales, los Hijos del Emperador añaden un aspecto diferente a sus regímenes: la búsqueda artística.

La ventaja más obvia de esto es su enfoque del combate cuerpo a cuerpo. Mientras que los Devoradores de Mundo son fríamente clínicos y metódicos, y cada uno de los miembros de la fuerza combatiente encaja con el resto a la perfección, los Hijos del Emperador tienen una gracia fluida que nace del estudio de la danza y la poesía. Fluyen a través del campo de batalla, apartándose de los golpes y las balas antes de sobrepasar a sus enemigos para golpear a tres más antes de que el primer cadáver haya golpeado el suelo. Los oficiales de los Hijos del Emperador son renombrados por su poderoso estilo retórico, afilado mediante un intenso estudio de la forma y la función de la literatura, la poesía y las artes oratorias.

Su constante rechazo a los desarrollos tecnológicos ha hecho que muchos vehículos utilizados comúnmente por las otras Legiones estén ausentes de los arsenales de los Hijos del Emperador. Para ellos, los fiables y antiguos modelos de Predator, Rhino y Land Raider son más que suficientes. Modificaciones tales como el APC Tilvius o el brutal Vindicator son mirados, en el mejor de los casos, como una corrupción de la pureza del chasis del venerable Rhino. Incluso las más pequeñas variantes en los sistemas de armamento, como el Predator Dominador y el Land Raider Incinerator, son rechazadas de plano.

La laboriosa producción de armas y equipo antiguos implica que los Hijos del Emperador sean la única Legión capaz de desplegar números apreciables de motocicletas a reacción, de las que afirman, con bastante razón, que son más que un rival para el lento y poco ventajoso Land Speeder. Otro ejemplo de la superioridad del venerable equipo militar de la Legión es el retrorreactor Raptor. La complejidad de su manufactura y mantenimiento se hicieron prohibitiva hasta para las Legiones Astartes. Cuando la PCE para el modelo DH2, más simple, pero mucho menos efectivo, fue descubierta, sólo los Hijos del Emperador optaron por mantener el antiguo modelo en servicio. Una adherencia tan rígida a la visión anterior a la Herejía de Fulgrim de la perfección, junto con el lujo del acceso ilimitado a la base productiva de todo un planeta, es un rasgo definidor de la doctrina de combate mantenida por los Hijos del Emperador.

Organización[]

Mientras otras Legiones han aumentado de tamaño y adaptado sus estructuras de mando a lo largo de los milenios, los Hijos del Emperador han permanecido desafiantemente inmutables. Se componen de treinta Grandes Compañías, el mismo número que formaba la Legión durante la ascensión de la campaña de los Laer. Cada Gran Compañía es dirigida por un Lord Comandante, un instrumento de la voluntad de Fulgrim, quien a través de sus Capitanes subordinados dirige más de mil Marines. El respeto hacia sus oficiales superiores es inculcado en la psique de los Hijos del Emperador, con cada rango sucesivo acercándose cada vez más a Lord Fulgrim, y por extensión, a un ideal incuestionable.

El excesivo cuidado por la pureza de la semilla genética y la calidad de los nuevos reclutas ha hecho que incluso tras la Traición de Istvaan, los Hijos del Emperador nunca hayan comprometido sus estándares simplemente por cubrir los huecos en sus filas. Del mismo modo, dado el tiempo y esfuerzo necesarios para producir su venerado armamento, no sorprende a nadie que sean de lejos la más pequeña de las Legiones del Emperador. Lo que les falta en número, dicen ellos, se compensa de forma más que suficiente con su habilidad sin parangón. Esto es algo que siempre están deseosos de demostrar a los Astartes de otras Legiones, bien en las jaulas de duelo, bien en el campo de batalla contra los enemigos del Emperador.

Entre los Lords Comandantes hay una jerarquía estrictamente definida. En ausencia de Lord Fulgrim, el cargo de lo que en otra Legión se llamaría Señor de la Legión recae en el Lord Comandante de la Primera Gran Compañía. Incluso antes de la Herejía, cada Gran Compañía tenía su propio estilo favorito de combate. Esto era un reflejo de la personalidad de su Lord Comandante, algo que era animado por el propio Fulgrim. Así, aparecieron nombres extraoficiales para cada Gran Compañía: por ejemplo, la Séptima Gran Compañía es conocida como los "Señores Halcón", por su habilidad sin igual en la guerra aérea con retrorreactores Raptor y motocicletas a reacción.

Creencias[]

Con todos sus corazones, los Hijos del Emperador creen en su propia pureza y superioridad innata. Se aferran fuertemente a la afirmación de Fulgrim de que habían alcanzado la perfección justo antes de la Herejía, y no harán nada por diluirla, ya sea con los nuevos e inferiores modelos de armas y equipo, ya sea aceptando nada que no sea los más prístinos especímenes de semilla genética. Esta obsesiva atención al detalle implica que aunque los Hijos del Emperador nunca serán una Legión de gran tamaño, cada uno de sus miembros es un ejemplo perfecto de lo que debería ser un Astartes. Creen que lo único que los sobrepasa es el Emperador, a quien si bien no adoran como un dios, sí muestran un respeto y una admiración irrompibles. Luchar junto a fuerzas aliadas, como el Ejército Imperial o incluso Astartes de otras Legiones, es a menudo fuente de fricciones. Su superioridad puede ser en ocasiones mal entendida como arrogancia o condescendencia. A pesar de esto, los Hijos del Emperador disfrutan demostrando sus habilidades a los demás, pero en definitiva se sienten más cómodos luchando solos, dependiendo sólo en sus fiables Hermanos de Batalla.

Semilla genética[]

Desde el desastre ocurrido a la semilla genética que casi destruyó la Legión en su infancia, los Hijos del Emperador han tomado un cuidado obsesivo con el análisis de los implantes. Este solemne deber recae en los Apotecarios de la Legión. Desde la cosecha en el campo de batalla de las glándulas progenoides de hermanos heridos críticamente al testeo, cultivo e implantación de la semilla genética en los nuevos reclutas, son los guardianes del legado genético de Fulgrim. Por tanto, la semilla genética de los Hijos del Emperador es de una pureza sin igual, con los diecinueve implantes funcionando tan bien hoy día como cuando fueron creados por el Emperador.

A pesar de la estabilidad de la semilla de Fulgrim, lo estricto del proceso de selección aún provoca una proporción relativamente alta de rechazos. Aunque esto se compensa en parte por una tasa de éxito en la implantación sin rival entre las demás Legiones, significa que los Hijos del Emperador tardan en reemplazar a los hermanos perdidos en combate. La Legión ha sido llevada dos veces al borde de la destrucción, y dos veces ha emergido triunfante. Ellos ven esto como un testimonio de la fuerza de su línea genética, y una reivindicación de su celo por guardar su integridad con intensidad terminal.

Siguiendo una larga tradición, la glándula progenoide del pecho es retirada quirúrgicamente tan pronto como madura, mientras que la del cuello es cosechada sólo con la muerte del Marine. La recogida temprana de una progenoide minimiza las posibilidades de que sea dañada o sujeta a contaminación. En caso de que alguna catástrofe sobreviniese a las reservas genéticas de la Legión, los Hermanos de Batalla supervivientes portarían en su interior los medios para continuar la línea de Fulgrim. Al ser una Legión que se ha enfrentado a la extinción en más de una ocasión, los Hijos del Emperador comprenden profundamente la necesidad de considerar estas cosas.

Grito de guerra[]

La Legión, obviamente, ha mantenido su grito de guerra anterior a la Herejía:

"¡Hijos del Emperador! ¡Muerte a Sus enemigos!"

Leer más[]

Herejía de Dorn - Historia y Legado de la Traición de Dorn.

Fuentes[]

Extraído y traducido de The Dornian Heresy - The Legio Imprint, creado por el foro Bolter and Chainsword.

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